Fui testigo de tu poder al ver como te lanzabas al vacío. Deseosa, desapareciste sin más. Tantas veces creí anhelar tu camino, ciego ante la verdad: no vive el que quiere morir. Nadie que quiera flotar se agarra hasta sangrar al asfalto. Y si no quieres morir qué haces sin vivir.



"Es muy dulce ver llegar la muerte mecido por las plegarias de un hijo".


Friedrich Schiller
"La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida".

André Malraux
"Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. Éste quisiera sufrir frente a la estufa, y aquél piensa que cerca de la ventana curaría".

Charles-Pierre Baudelaire


Only One Way - Presentación

El fin de semana del 3 de noviembre de 2006 el grupo del curso de Fotografía Creativa de la escuela Idep lo pasó en l’Escala. Mi relación con esta bella localidad de la Costa Brava, situada en la comarca de l’Alt Empordà, se remonta, mientras surco a grandes zancadas en mi memoria, a una temprana edad: mi infancia. En general, los recuerdos del crío que fui se los ha ido llevando el viento hasta convertirlos, la mayoría de ellos, en humo, en algo que se desvaneció en el tiempo, en silencio, en aquel susurro imperceptible que oyes creyendo no comprender. La minoría, en cambio, se quedaron tan arraigados en mi cabeza que ni la mayor tempestad, por más gritos de dolor que provocó, los pudo arrancar; inmóviles se quedaron e inamovibles siguen estando. Entre esta selecta pizca también hay bellos y especiales obsequios, y uno de ellos inscribió en mi mente las letras de este pequeño lugar.

Subimos al coche de madrugada, con esa agitación característica del niño inquieto que ve el mundo desde la altura de un metro, y nos pusimos en marcha. La distancia se incrementaba mientras devoraba kilómetros y kilómetros de un mundo nuevo para mí, la cabeza de derecha a izquierda, de arriba a abajo, y de delante a atrás sin parar. El recuerdo del ya abandonado hogar se lo tragó, poco a poco, el asfalto con tremenda facilidad. Un tiempo que parecía infinito se apoderó de mí hasta llevarme a lo que yo creía que era el fin del mundo. Mientras pensaba en lo lejos que quedaba nuestra morada, el vehículo, que durante todo su trayecto fue arrastrando al alba para que los primeros rayos de luz fueran nuestros, fue deteniendo su marcha hasta pararse. Emocionado, y sin apenas poder contener el aliento, abrí la puerta de mi aislante caparazón de cristal. Y el mundo o una parte del mismo choco, con todo su peso y poder, y sin detener su contundencia, contra mí.

Silencio, vacío, calma, desolación, soledad, frío, tristeza, paz, llenaron mi interior de sentimientos, de belleza, de alegría e ilusión, inexpresables, en aquel momento, imperceptibles para aquellos que no saben o supieron mirar y que sólo con el transcurso de los años, de muchas derrotas, tiempo perdido, caídas al vacío y el reencuentro de aquel niño que fui, han podido crepitar.

L’Escala, la platja del Portitxol, la platja de Sant Martí, quizá, y desde mi punto de vista, desoladas, pero llenas de una inmensa vida interior, expresada por su silueta, por la dureza de su terreno, por su fina arena, capaz de penetrar por cualquier fisura por pequeña que sea, quedándose allí, en nuestros zapatos, en nuestra base hasta hacernos cambiar el paso, por el sonido del viento al recorrerlas, por la forma y fuerza de su oleaje y por ese frío nocturno que parece eterno y hace que te recluyas en ti mismo hasta estar preparado para estallar.

L’Escala: lugar presente en mi memoria, lugar especial, lugar siempre esperándome con lo brazos abiertos y dispuesto a acogerme en su seno, lugar en el que quizá, si algún día desaparezco, podréis buscarme y tal vez encontrarme sentado en aquella arena, tan preciada, y a la espera de que el azul me lleve.

L’Escala, 3 de noviembre de 2006, 3 de la tarde, grupo de fotografía creativa, tarde fotos, noche fotos, sábado de madrugada más fotos; fotos y más fotos. Estado de ánimo horroroso, tiro sin ton ni son, sin intención, sin nada que decir, voy apretando el botoncito mientras pienso que lo que esta registrado el sensor de la cámara no vale una mierda, es bonito, es agradable pero sin ningún interés y entre desánimo y desánimo, y gracias a ese mágico lugar, se fue apoderando de mí lo registrado en el pasado, y de repente, y durante la tarde del sábado, unas palabras empezaron a resonar de manera estridente: Only One Way.

Only One Way: cuando has tocado fondo sólo hay una salida: la búsqueda de la luz. La búsqueda de la luz aunque sea a tientas, aunque esté llena de encontronazos, de pesadillas, de sollozos y llantos, de desgarros y profundas heridas, de silencio, de vacío, de desolación, de soledad, de frío y tristeza. La búsqueda de la luz hasta, si es necesario, fusionarte y dejarte llevar por ella, aparcando todas las ataduras del pasado para recorrer la nada. Un día u otro, de una manera u otra, hay que poner fin al desaliento, al estar de vuelta de todo, a la eterna desilusión, al no emocionarte por nada y saltar para agarrar la cuerda de aquello incierto, de aquello que está, gracias a lo más sagrado, fuera de campo y lejos de nuestro alcance hasta que no decidamos ponernos a andar.

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